lunes, 25 de septiembre de 2023

Oración al Justo Juez.



(Se sugiere decir la petición específica antes de la oración.)

“Divino y Justo Juez de vivos y muertos, eterno sol de justicia, encarnado en el casto vientre de la Virgen María por la salud del linaje humano.

Grande y justo juez, que eres creador del cielo y de la tierra y que murió en la cruz por su gran amor a mí.

Tú, que fuiste envuelto en un sudario y puesto en un sepulcro del que al tercer día resucitaste vencedor de la muerte y del infierno. Grande, Justo, magnánimo y Divino Juez, oye mis súplicas, atiende a mis ruegos, escucha mis peticiones y dales favorable despacho.

Tu voz imperiosa serenaba las tempestades, sanaba a los enfermos y resucitaba a los muertos como Lázaro y al hijo de la viuda de Naim.

El imperio de tu voz ponía en fuga a los demonios, haciéndoles salir de los cuerpos de los poseídos, y dio vista a los ciegos, habla a los mudos, oído a los sordos y perdón a los pecadores, como a la Magdalena y al paralítico de la piscina.

Tú que te hiciste invisible a todos tus enemigos, a tu voz retrocedieron cayendo por tierra en el huerto los que fueron a aprisionarte y cuando expirabas en la Cruz, a tu poderoso acento se estremecieron los orbes.

Tú abriste las cárceles a Pedro y le sacaste de ellas sin ser visto por la guardia de Herodes. Tú salvaste a Dimas y perdonaste a la adúltera.

Yo humildemente te suplico, Justo Juez, me libres de todos mis enemigos, visibles e invisibles: la Sábana Santa en que fuiste envuelto me cubra, tu sagrada sombra me esconda, el velo que cubrió tus ojos ciegue a los que me persiguen y a los que me deseen mal, ojos tengan y no me alcancen, manos tengan y no me tienten; oídos tengan y no me oigan, lengua tengan y no me acusen, y sus labios enmudezcan en los tribunales cuando intenten perjudicarme.

¡Oh, Jesucristo Justo y Divino Juez!, favoréceme en toda clase de angustias y aflicciones, lances y compromisos, y haz que al invocarte y aclamar al imperio de tu poderosa y santa voz llamándote en mi auxilio. Las prisiones se abran, las cadenas y los lazos se rompan, los grillos y las rejas se quiebren; los cuchillos se doblen y toda arma que sea en mi contra se embote e inutilice.

Que ni los caballos puedan alcanzarme, ni los espías puedan mirarme y que no me encuentren. Tu sangre me bañe, tu manto me cubra, tu mano me bendiga, tu poder me oculte, tu cruz me defienda y sea mi escudo en la vida y a la hora de mi muerte.

¡Señor y justo juez, gran hijo de nuestro eterno padre, tú con el padre santo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios verdadero! ¡Oh Verbo Divino hecho hombre! Yo te suplico me cubras con el manto de la Santísima Trinidad para que libre de todos los peligros y glorifiquen tu Santo Nombre. Amén”.