sábado, 8 de mayo de 2010

QUIEN FUE BUDA

Vivió en el norte de la India, en el siglo VI a.C. Su nombre personal era Sidarta (Siddartha, en sánscrito) y su apellido, o nombre de familia, era Gotama (Gautama, en sánscrito)

Su padre fue Sudodana, gobernante del reino de los Sakyas (situado en el actual Nepal), y su madre la reina Maya. Según la costumbre de la época contrajo matrimonio a los 16 años con la princesa Yasodara, con quien tuvo un hijo.
El joven príncipe debía tener tendencias religiosas que su padre adivinó, ya que Sidarta fue aislado en palacio y rodeado de todos los lujos posibles para evitar que le llegaran los problemas y sufrimientos normales de la humanidad. Sin embargo diversas "casualidades" permitieron que Sidarta contemplase directamente la pobreza, la enfermedad, la extrema vejez y la muerte. Profundamente afectado por la visión de estos males (quizá su lujoso aislamiento hizo aún más fuerte la impresión), decidió hallar la causa y la solución a estos males aparentemente irremediables, por lo que pensó en buscar las enseñanzas adecuadas. Así fue como decidió abandonar su futuro reino, su mujer y su hijo en busca de un antídoto para el mal.
Durante 6 años el príncipe Sidarta practicó un furioso ascetismo; tal como se lo indicaron los distintos maestros que a su paso fue encontrando. Tan débil y esquelético llegó a estar que, según lo cuentan crónicas posteriores, apenas podía sostenerse en pie con todas sus costillas cubiertas por un ligero manto de carne. Sin embargo el antídoto al sufrimiento se le hacía esquivo y no hallaba nada concluyente en su búsqueda infatigable.
En cierto momento una aldeana se apiadó del esquelético y maloliente asceta y le ofreció unas gotas de leche. Sidarta, que ya había reflexionado sobre las consecuencias inútiles de tan extrema privación, aceptó esas pocas gotas; y con energía renovada se sentó a los pies de un árbol con la firme decisión de encontrar, de una vez por todas, la pieza que faltaba en el rompecabezas cósmico.
Así fue como se sentó a meditar Sidarta al pie del árbol (desde entonces conocido como el árbol Bodhi, o de la "Sabiduría"), a orillas del río Neranjara, en Buda Gaya (en el actual Bihar), cuando contaba ya 35 años. Luego de muchos días y noches, donde fue sometido a toda clase de tentaciones y depresiones, alcanzó la iluminación y con ella la transformación. Se había sentado a meditar Sidarta; al levantarse era el Buda.
Buda viene de la raíz "Bud" que significa "despierto" o "iluminado", así como Cristo significa "ungido". No debe usarse como nombre propio, ya que significa un título y un reconocimiento por haber alcanzado un estado de desarrollo espiritual.
Posteriormente a esa experiencia crucial dudó sobre que hacer y, según la leyenda, los dioses del cielo le pidieron que no se quedara para sí esa experiencia sino que la compartiera con los demás hombres. Así fue como en el Parque de las Gacelas, en Isipatana (la actual Sarnath), el Buda se encontró nuevamente con los 5 ascetas que habían compartido con él parte de su búsqueda.
Al principio éstos se negaron a escucharles, convencidos que aceptar alimento (aquellas gotas de leche) había sido una claudicación. No obstante la serenidad y confianza del Buda se impuso y escucharon el primer sermón. De esta manera, cuenta la leyenda, empezó a girar la rueda de la ley: las cuatro nobles verdades que caracterizan al budismo con una identidad propia. Así fue como nació la Sangha.
La Sangha, la comunidad budista, es la consecuencia de la prédica del Buda. No resisto la tentación de transcribir las apasionadas palabras de Edward Conze, un reconocido estudioso del budismo:
"La comunidad budista es la institución más antigua de la humanidad. Ha sobrevivido más tiempo que ninguna otra institución, con excepción de la secta afín de los jainos. Allí están los grandes y orgullosos imperios de la historia, guardados por legiones de soldados, naves y magistrados. Apenas alguno de ellos duró más de unos tres siglos. Y allí tenemos un movimiento de mendigos voluntarios, que siempre apreciaron más la pobreza que la riqueza; que habían jurado no hacer daño ni matar a otros seres; que pasaban el tiempo soñando maravillosos sueños, inventando hermosas tierras de nunca jamás; que despreciaban todo lo que el mundo valorara; que valoraban todo lo que el mundo despreciara; la mansedumbre, la generosidad, la contemplación ociosa. Y sin embargo, mientras que esos poderosos imperios, construidos sobre la codicia, el odio y el engaño, duraron sólo unos cuantos siglos, el impulso de autonegación llevó a la comunidad budista a través de 2.500 años."
Durante 45 años Buda predicó a toda clase de personas: de ambos sexos, ricos, pobres, santos y ladrones. No hacía ninguna distinción de clase, de cultura, o de sexos. Tampoco de castas (con lo que se enfrentó directamente con el hinduismo, la religión dominante en la zona). También aceptó la admisión de mujeres al nuevo culto; siendo la primera gran religión que creó la categoría de monjas; algo que en su época causó verdadero horror porque las mujeres no podían entender ni aspirar al conocimiento religioso. Un detalle curioso es que las campanas, y su uso dentro del culto, también son de origen budista.
La personalidad del Buda histórico, Sidarta Gotama, tal como aparece en todos los relatos de la época, es avasallante. Su personalidad se proyecta a través de los tiempos en cada anécdota que leemos de él. El Buda murió en Kusinara (el actual Uttar Pradesh), a los 80 años, rodeado de una multitud de discípulos. Según los escritos budistas sus últimas palabra fueron: "todas las cosas son perecederas. Esforzaos por vuestra salvación".
Los occidentales, siempre interesados en el rigor histórico (a diferencia de los hindúes) también se han preocupado por la realidad de los hechos anteriormente mencionados. Como dice Borges "lo legendario envuelve toda la vida del Buddha, pero es más profuso en la etapa que antecede a la proclamación de su ley. El itinerario de sus viajes debe de ser auténtico, dada su precisa topografía. Nos queda pues a crónica minuciosa de cuarenta y cinco años de magisterio, de la que basta extirpar algunos milagros"Luego agrega Borges un comentario muy interesante: "Acaso no sea inútil señalar que el siglo VI a.C., en que floreció el Buddha, fue un siglo de filósofos: Confucio, Lao Tse, Pitágoras y Heráclito fueron contemporáneos suyos".
Posteriormente el budismo se escindió en diversas ramas con sus propias variaciones; extendiéndose desde la India del Norte por todo el subcontinente, Ceilán, Birmania, Tailandia, Camboya, Laos, Vietnam, Pakistán, Tíbet, China, Japón, Mongolia, Corea, Formosa, y partes de lo que hasta hace poco fue la Unión Soviética.
¿Cómo llegó a Europa? Escribe el ya citado E. Conze que "en los siglos XVII y XVIII, los misioneros jesuitas habían adquirido un conocimiento bastante exacto del budismo chino y japonés, pero el primero que dio a conocer el budismo en Europa como una religión viva fue un filósofo alemán, Arturo Schopenhauer. Sin embargo este filósofo no tuvo oportunidad de leer ninguna traducción directa de las escrituras budistas por lo que resulta difícil encontrar una figura claramente introductoria. Por ejemplo, se dice que Richard Wagner fue también profundamente impresionado por las enseñanzas búdicas. En cualquier caso, la lenta infiltración de estas ideas fueron consecuencia, en el siglo pasado, de la propia acción imperialista europea. Muchos estudiosos se aplicaron a conocer a fondo estos antiguos pueblos que empezaba a formar parte del floreciente mercado inglés, y así se aplicaron a estudiar el budismo "como se observa a un enemigo, empeñados en probar la superioridad del cristianismo"
Pero el conocimiento trajo la comprensión y algunos descubrieron una doctrina con bondades desconocidas. Este proceso, derivado de la expansión europea, fue, como era de suponer, particularmente notable en el Reino Unido, Alemania y Francia; y de muy baja intensidad en los países periféricos.
Posteriormente se fueron instalando en las metrópolis de los países mencionados pequeños grupos mixtos, formados por estudiosos locales e inmigrantes del imperio colonial. Así crecieron nuevas sociedades, como la Sociedad Teosófica, fundada en 1875 por Madame Blavatsky y el coronel Olcott, que dieron un fuerte impulso a los estudios orientalistas en general y a los budistas en particular.
Se produjo un fenómeno muy curioso que fue, y es, totalmente desconocido en España. Con palabras de E. Conze: "En esa época [se refiere a la segunda mitad del siglo XIX], la civilización europea, una mezcla de ciencia y comercio, de cristianismo y militarismo, parecía enormemente fuerte. La dinamita latente de la guerra nacional y de la guerra de clases era percibida por muy pocos. Una creciente cantidad de hombres educados en la India y en Ceilán, sentía, al igual que los japoneses por la misma época, que no tenía más alternativa que adoptar el sistema occidental con todo lo que ello implicaba. Los misioneros cristianos esperaban rápidas conversiones masivas. Pero entonces cambió la corriente, en forma bastante súbita e inesperada. Unos cuantos miembros de la raza dominante, hombres y mujeres blancos de Rusia, América e Inglaterra, teósofos, aparecieron entre los hindúes y los singaleses para proclamar su admiración hacia la antigua sabiduría del oriente. Madame Blavatsky habló del budismo en términos de la más alta consideración, el coronel Olcott escribió un "catecismo budista" y A. P. Sinnett publicó un libro de gran éxito en el cual toda clase de ideas misteriosas, pero fascinantes, eran presentadas como "budismo esotérico".
De esta manera, y gracias indirectamente, a la expansión europea, entró el budismo en las grandes metrópolis coloniales. En este siglo volvió a darse un fenómeno también imprevisto: la invasión y posterior anexión del Tíbet por parte de la China comunista (agresión que se hizo y se consolidó con la absoluta indiferencia del mundo occidental) hizo volar por el aire el antiguo régimen tibetano, donde la religión estaba indisolublemente unida a todas las demás actividades sociales. Pronto se crearon movimientos guerrilleros para combatir al invasor chino; más fueron desautorizados por el Dala Lama, (hasta entonces gobernante del Tíbet) que, como budista, rechazaba cualquier forma de violencia para hacer valer sus derechos.
Se produjo la gran diáspora del pueblo tibetano, en parte presionado por una política deliberadamente terrorista del gobierno chino (con destrucción de monasterios y santuarios históricos), y sustitución de los habitantes nativos por chinos traídos de otras partes del imperio comunista. Política que está debidamente documentada en organismos internacionales y que cuenta con la indiferencia de las mismas potencias que se soliviantan cuando se amenazan las posesiones petrolíferas de cualquier jeque árabe. Sin embargo, este atentado a un pueblo pacífico y a la comunidad internacional trajo, como decíamos, un resultado inesperado: una nueva ola de difusión budista hacia occidente. Ahora localizada sobre todo en USA, y que, en menor medida ha alcanzado a Europa (sobre todo en el Reino Unido y Francia) donde se han fundado nuevos monasterios y consolidados los anteriores.
En 1951 escribía Edward Conze: "El impulso creador del pensamiento budista hizo un alto unos 1.500 años después del Nirvana de Buda. Durante los últimos 1.000 años no ha surgido ninguna nueva escuela importante, y los budistas simplemente han conservado, como mejor han podido, la gran herencia del pasado".
A juzgar por lo que se ve en la segunda mitad de este siglo, diera la impresión que la "Sangha" ha comenzado un nuevo ciclo de expansión.
En España existen pequeñas comunidades de difusión muy restringida. Nuestro país ha pasado de un integrismo tipo "restauración" a un laicismo tan extremo como superficial. Y escribo "superficial" porque tampoco ha sido el resultado de una adopción sedimentada de una filosofía pragmática (lo cual necesita, entre otras cosas, bastante tiempo). Simplemente la sociedad de consumo ha impuesto sus valores; que son aceptados con la misma ingenuidad y acriticismo con que, en otra época, se alababa a la virgen y a todos los santos. Ahora se lleva "el racionalismo" de salón. ¡Vamos! Es el mismo perro, con diferente collar.
Reconozco que las palabras anteriores son demasiado ambiguas; en el sentido que pueden ser aceptadas por personas con ideas absolutamente contrapuestas. Quizá conocer algo sobre el budismo no cambie nada. En una situación de relativo bienestar material, y ausencia total de intereses trascendentes, no existe ese fermento colectivo que genera importantes modificaciones culturales. De todos modos nadie puede profetizar los cambios futuros; así que cada cual debe hacer lo que crea de la mejor manera posible. Nunca se sabe donde germinarán las ideas y las experiencias... lo cual nos hace optimistas en el largo plazo, aunque no veamos nada claro en el corto.
Para terminar una pequeño fragmento de un budista que se acerca bastante al tipo de doctrina que nos gustaría compartir:
"Buda afirmó que aquí, en esta vida, se podía conseguir plenamente un estado de paz, no por sacrificio a los dioses, ni por oraciones, sino por un esfuerzo incesante y por la abnegación lentamente perfeccionada.
El Budismo no es una religión que se acepta ciegamente de una vez por todas; tiene que ser comprendida y constantemente investigada. Buda dijo 'Aceptad mis palabras sólo y después de haberlas comprobado vosotros mismos; no las aceptéis simplemente por la veneración que me profesáis (Tattvasangraha). Aunque en el transcurso del tiempo el budismo ha sido a veces afectado por la tradición, ritos, etc., su fundador no pretendió que fuera otra cosa que un método que había que comprobar. la confianza en sí mismo y la tolerancia son las claves del pensamiento budista. Buda dijo muchas veces: 'Vosotros mismos sois los que tenéis que hacer el esfuerzo, los Budas sólo indican el camino' (Dhammapada). Por consiguiente, el budismo nunca podría ser una fe proselitista. Ciertamente, el seguidor de la enseñanza de Buda es exhortado a usar dicha enseñanza únicamente "como balsa para cruzar la corriente". Una vez conseguido el objetivo, Nibbána, la balsa, debe ser abandonada.
Las últimas palabras de Buda fueron éstas: "Perseverad atentamente". Perseverar en la atención es ver el mundo claramente y ver a nuestros prójimos claramente, sin juicio, sin envidia, sin odio. Para lograr esto es necesario que nos conozcamos íntimamente y que conozcamos la fuente de felicidad e infelicidad que yace en nuestro interior".
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